Referente ineludible de nuestra profesión y uno de los más prestigiosos procesalistas y pensadores del Derecho, falleció el 21 de abril de 2009, cuando tenía 82 años. Su muerte enlutó al país y a la ciencia jurídica, a la que brindó los mayores esfuerzos de su fecunda existencia, y ha sido un día de duelo para nuestras instituciones.
AUGUSTO MARIO MORELLO: UN ANTES Y UN DESPUES
Referente ineludible de nuestra profesión y uno de los más prestigiosos procesalistas y pensadores del Derecho, falleció el 21 de abril de 2009, cuando tenía 82 años. Su muerte enlutó al país y a la ciencia jurídica, a la que brindó los mayores esfuerzos de su fecunda existencia, y ha sido un día de duelo para nuestras instituciones.
Pero hubo mucho más que eso. Su pensamiento rector se extendió al marco del derecho público, y su aporte, a través del tiempo, abarcó los multifacéticos aspectos de la vida ciudadana, a cuya evolución acompañara con una mezcla de visión profética y esperanzado optimismo, y por cuyo destino futuro bregara con el entusiasmo de los impulsos juveniles.
Morello fue un jurista de pura cepa, autor de obras que marcaron rumbos en la doctrina procesal, y maestro de más de una generación de abogados. Desde su recordado libro sobre “Juicios Sumarios”, impreso en julio de 1958, y con prólogo de Amílcar A. Mercader, hasta “Memorias. Bases de una Vocación” (Julio de 2006), la pluma ágil y precisa del calificado investigador llenó páginas que se convirtieron en imprescindible elemento de consulta para los estudiosos del Derecho, que abrevaron en esa ineludible fuente con la certeza de encontrar las soluciones requeridas y la información precisa. Allí afloró en toda su dimensión el carácter ecuménico de sus enseñanzas y su proyección en el campo filosófico.
Basta subrayar que, entre 1958 y 1962 se publicaron nada menos que 86 trabajos de su autoría, sobre acceso a la jurisdicción, garantías y tutela judicial efectiva; abogacía, derecho y justicia; evolución histórica internacional; derecho constitucional; derecho privado; derecho procesal (su materia preferida); interdisciplinarios; actualizaciones de obras colectivas, y la persona, la sociedad y la política; producción a la que corresponde adunar los libros que redactó en los últimos años, hasta culminar con su artículo “Severo golpe a la colegiación” (Revista de Jurisprudencia Argentina, de febrero de 2009), donde traza un certero análisis crítico de un fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. Podemos afirmar, en triste reflexión, que el verdadero golpe ha sido su lamentable desaparición física.
En algunos casos, sus hijos María Silvia Morello de Ramírez y Guillermo Claudio Morello fueron coautores con el ilustre maestro, como asimismo de igual modo compartieron varias de sus obras amigos y discípulos, tales como Carlos Vallefín, Roberto O. Berizonce, Félix A. Loñ, Luis A,. Ramírez, Antonio Américo Tróccoli, Rafael de la Colina, Gualberto Lucas Sosa, A. J. Tessone, Gabriel Stitglitz,. Lino E. Palacio, Mario E. Kaminker, Carlos Campitelli, Frutos Enrique Ortiz, Salvador Alvarez Alonso, Néstor A. Cafferatta, Juan Carlos Hitters y Carlos L. Nogueira
No obstante el tiempo que le insumía esa permanente labor, más propia del natural recogimiento del gabinete, no dejó de participar en otros aspectos inherentes al desarrollo humano, porque fue un hombre apasionado y enérgico, ya que combinó la fecunda actividad académica con el ejercicio práctico de la profesión, la docencia universitaria, el compromiso político y la pasión ciudadana.
Apegado al trabajo incesante, era habitual encontrarlo a hora muy temprana en su viejo estudio de la calle 14 entre 48 y 49, que compartía con su entonces socio Américo A. Tróccoli. Allí recibía con frecuencia la visita de colegas y amigos, siempre propenso a dar una mano a quien la necesitaba, pero asimismo supo alternar esa actividad con los momentos de distracción, como cuando acudía a algún restaurante del barrio del Abasto, en Buenos Aires, compartiendo una mesa cordial, o cuando asistía, como de pasada, al viejo estadio de San Lorenzo de Almagro, en Avenida La Plata y Las Casas, para presenciar algún partido de fútbol de su equipo favorito.
- II -
En otro orden de cosas, Morello integró la Suprema Corte de la Provincia en el año 1965 -durante la gobernación del Dr. Anselmo Marini- y renunció al año siguiente cuando el Gobierno constitucional fue derrocado. Más tarde, en 1971, inspirado por su permanente ilusión de la recuperación del país, fue subsecretario de Asuntos Institucionales de la Nación, designado por el ministro Arturo Mor Roig,. Se caracterizó siempre por ser un defensor infatigable del sistema democrático y el Estado de Derecho, preocupado por el fortalecimiento de las instituciones y del sistema político.
Después de vivir durante muchos años en la capital provincial, se mudó a la metrópoli, mas siempre estuvo ligado a La Plata, evidenciando su profundo amor por la ciudad de Dardo Rocha, y no dejó de reiterar ideas a favor del progreso de la misma, hasta el final de su propia vida, ya que la soñaba como un faro de excelencia académica y jerarquía institucional.
Fue desde la Universidad Nacional fundada por Joaquín V. González que el doctor Morello hizo un aporte de singular y reconocida valía. Como profesor de Derecho Procesal Civil y director del Instituto de Derecho Procesal, jerarquizó la enseñanza de las ciencias jurídicas, mostrándose como un ferviente defensor de la libertad de cátedra y de la excelencia académica. Esa inveterada pasión por el Derecho y por la docencia -que supo conjugar con una entrañable calidez en el trato-, lo convirtió en un verdadero maestro de abogados.
Precisamente, su pensamiento se reflejó en el principal diario platense a través de periódicas y relevantes colaboraciones, en las que expuso, con un auténtico estilo conceptual y a la vez didáctico, sus preocupaciones de ciudadano comprometido con la realidad del país.
Académico de nota, profesor de extraordinaria jerarquía, pero al mismo tiempo hombre de acción y de batalla, nunca eludía los compromisos, no se refugiaba en la comodidad ni conocía la indiferencia. Así fue como la política, la colegiatura profesional, el gobierno universitario, la tarea legislativa -como autor de numerosos proyectos y anteproyectos-, lo tuvieron como protagonista y referente en distintas etapas de la vida nacional.
En el universo jurídico de la ciudad y del país todo, citar a Morello es desde hace varias décadas citar a una gran autoridad. Fue el creador de una escuela y el impulsor de ideas innovadoras. Autor meduloso de decenas de obras jurídicas de relevancia, el Derecho Procesal Civil lo ha tenido, quizá, como su intérprete más lúcido y riguroso.
Por ello, recibió numerosos premios y distinciones derivados de su fecunda labor académica y su vasta obra jurídica, habiendo sido distinguido, además, en la Universidad local, como Profesor Emérito.
Se ha perdido, en fin, a un hombre de indiscutida relevancia académica pero también a un protagonista de las mejores luchas: las que se han dado por la libertad, por la convivencia civilizada, por el progreso, por la calidad de la enseñanza pública, por la defensa de la Justicia y por el debate plural de las ideas.
- III -
Mas no sería completa la mención de su entrega, si no se recordase su rutilante paso por el Colegio de Abogados de La Plata, donde aportó su talento en la creación de la prestigiosa y caracterizada “Revista”, que condujo desde el número 1, impreso en diciembre de 1958, y que comenzaba con un artículo de Ceferino P. Merbilháa titulado “Presencia de Enrique V. Galli”. A mediados de 1964 dejó la dirección, después que, paradojalmente, resultara perdidoso en una elección para la presidencia de esa querida institución, a cuyo progreso tanto contribuyó.
Otra de sus pasiones estuvo constituida por la defensa de la ley 5177, como preciado legado de sus antecesores Enrique V. Galli, Amílcar A. Mercader, Ceferino P. Merbilhaa, David Lascano, Sixto F. Ricci, Pedro Sáenz, Juan D. Ramírez Gronda, Félix A. Collado, Juan Luciano, José Ernesto Rozas, Tomás S. Ide, Raúl S. Caro Betelú, Rodolfo A. Nápoli,Pedro A. Verde Tello, Isaac Sánchez Larios, Mario F. Monacelli Erquiaga, Juan Carlos Mafia y tantos otros cuya enumeración sería muy extensa. En ese sentido, fue como una reserva moral y un punto de apoyo sustancial para el Colegio de Abogados de la Provincia de Buenos Aires, que ahora lamenta su desaparición como quien llora la pérdida de un hijo dilecto.
Precisamente, en los últimos tiempos, Morello se animó a proponer una serie de postulados que consideraba indispensables para renovar el impulso rumbo al futuro, a saber:
1º) Replantear el objetivo de los Colegios, a través de la modernización de los mismos en torno a los principios señeros afincados en la defensa de la libertad y de la Constitución, al estilo de los fundadores del sistema (Bustos, Galli, Merbilháa, Mercader y tantos otros).
2º) Progresar en el control de la ética, piedra basal de un correcto desenvolvimiento profesional.
3º) Reconducir a nuestras entidades, creando una especie de instituto de orientación del abogado, que contemple los nuevos horizontes de la actividad, a través del análisis de connotaciones actuales, a tono con los cambiantes matices que surgen en el mundo.
Señalaba también que se hace necesario –por no decir imprescindible-, procurar una nueva cultura jurídica. Habría que instrumentar, entonces, el estudio de materias en las que todavía nos se ha profundizado, como en el caso de los idiomas extranjeros (principalmente inglés, portugués y chino) y los aspectos vinculados a las nuevas formas de los contratos, a los problemas de la bioética, a la defensa de la ecología y la preservación del medio ambiente, al arbitraje internacional; en fin, a un sinnúmero de cuestiones que pueden transformar paulatinamente la misión del abogado.
Bregaba, concordantemente, por no limitar nuestra función al juicio ejecutivo, o a los casos de la separación conyugal, o a la redacción de instrumentos simples, tipos clisé, estimulados por la ley del menor esfuerzo, y así, entrar de lleno en las exigencias que ya imperan, con fuerza avasalladora, en el orden ecuménico.
Y se permitía, en tal sentido, reproducir la reflexión programática que incluyó en “Los abogados” (Segunda edición aumentada, Editora Platense, año 1999, págs. 94/95), al responder a los interrogantes de ¿Para qué sirven los abogados? ¿Cuál es su función en el sistema de justicia? ¿Qué papel juega la justicia en la sociedad que tenemos? ¿Justicia para todos o sólo para los que pueden pagar o tienen conexiones?, ratificando esas impresiones con los siguientes enunciados:
Son los abogados los que analizan, preparan, negocian y transan:
1) Los proyectos de reforma de la Constitución;
2) Los mecanismos de control de los funcionarios públicos;
3) Las posibilidades en concreto de que el Poder Ejecutivo se valga de decretos de necesidad y urgencia (at. 99, inc. 3, CN);
4) Los pliegos de compra, venta y concesión de los servicios y bienes públicos;
5) La procedencia de los indultos;
6) Las condiciones de las privatizaciones;
7) Los regímenes de incorporación o cesantía de los empleados del sector público y del privado;
8) Los acuerdos del endeudamiento externo;
9) Los regímenes de las jubilaciones y pensiones;
10) Los regímenes de la flexibilización laboral;
11) Los seguros de desempleo;
12) Las limitaciones a la libertad de prensa;
13) Las condiciones que contendrán los tratados y protocolos y el marco jurídico de las integraciones y mercados regionales;
14) La distribución de los fondos reservados;
15) La discriminación en razón de confesiones religiosas, orígenes raciales o preferencias sexuales;
16) La seguridad pública.
Y muchas otras cuestiones trascendentales de las que dependen la vida, el honor, la fortuna, el bienestar (el humor) y el futuro de los argentinos (sic).
Volvemos, a esta altura, a las palabras enunciadas proféticamente por quien tanto supo:
“Acaso Internet y la cultura electrónica dibujen la transición entre dos épocas (“Al final de una época”, Agosto de 2001)
“Un nuevo espesor, más denso, impuesto por el vértigo de los conocimientos, impacta en la comprensión del Derecho y en su ritmo, que nos transporta como el AVE, el tren de alta velocidad que circula entre Madrid y Sevilla” (íbidem, pág. 174).
Hemos reseñado, en forma retrospectiva, lo que nos entregó el ilustre maestro, dotado de un poder de convicción que magnetizaba al interlocutor, pero también debemos sumar el notable impulso que su pensamiento rector abre hacia el futuro inmediato, con una imprescindible metodología de análisis, propuestas y resultados, para comenzar de modo singular al entendimiento genuino de nuestra gente. La finalidad es la cohesión de los argentinos. No puede haber distintas visiones, conciencias, ideas madres sobre una misma nación. Ni cada sector o grupo integrante de su base poblacional manejarse con criterios propios que buscan arribar a metas diferentes. Un antes y un después, por consiguiente, de su presencia.
Como El lo indicaba, estamos dominados y enceguecidos por metas económicas y financieras, sin advertir que no alcanzarlas es una pura consecuencia de problemas muchos más graves que aun ni siquiera hemos pasado en limpio. Es como intentar construir un edificio comenzando por el segundo piso. Por esta razón venimos insistiendo en que el derecho subordinado por la economía, se ha convertido en una trampa mortal que terminará por aniquilarnos frente a los demás, y paulatinamente entre nosotros. La sociedad argentina debe enfrentar "su realidad", dejando de llamarla y de concebirla como "crisis", pues muchas veces la crisis se enarbola cuando se pretende que nada cambie.
Como colofón, nos permitimos reproducir la parte final de su mensaje, dirigido a los colegas (“Los Abogados”, 2ª edición ampliada, marzo de 1999, pág. 289):
“ENTENDAMOS Y QUERAMOS A LA ABOGACIA. CON FRANCA INSERCIÓN EN LA MODERNIDAD, ESPERANZADOS, PONGAMOS AL DÍA SU HORIZONTE Y PROSIGAMOS UN LARGO Y FATIGOSO CAMINO, A FIN DE QUE TRASCIENDA SUS INTERESES INMEDIATOS Y COADYUVE AL BIEN COMUN.
FIELES A LAS CONVICCIONES Y CON PASION INEXORABLE, EN CADA ESTACIÓN, CON PLENITUD Y HONOR, DEMOS FE LOS ABOGADOS DE QUE NOS PREOCUPAN MÁS LOS DEBERES, PROYECTÁNDONOS EN LOS IDEALES Y VALORES QUE ACUERDAN SENTIDO AL VIVIR”.
Honor y gloria, pues, al querido e inolvidable maestro y amigo.
Secretaría Institucional. La Plata, 29 de abril de 2009