20
Jun
2014

Silencio, muere un patriota: 20 de junio de 1820

El mes de mayo; las mujeres; la guerra. La naturaleza y San Isidro. La enfermedad. Un retrato del creador de la bandera nacional argentina, el abogado Don Manuel Belgrano a través del caleidoscopio celeste y blanco de los documentos rescatados por la Dra. Silvia Raquel Pedretta. (Artículo publicado en Síntesis Forense nro. 130)

Me pregunto si Manuel Belgrano estaba encendiendo cigarros o si estaba tranquilo, apenas bebiendo algo fresco. En aquella fábrica de Vieytes no se escuchaban más voces que las que enunciaban hipótesis y caminos a seguir. El resto era puro silencio en la calle del Rosario...

 

DON MANUEL JOSÉ JOAQUÍN DEL CORAZÓN DE JESÚS BELGRANO, ABOGADO

“Por lo que después he visto, la Corte de España vacilaba en los medios de sacar lo más que pudiese de sus colonias, así es que hemos visto disposiciones liberales é iliberales á un tiempo, indicantes del temor que tenía de perderlas: alguna vez se le ocurrió favorecer la agricultura, y para darles brazos, adoptó el Horrendo comercio de negros y concedió privilegios á los que lo emprendiesen: entre ellos la extracción de frutos para los países extranjeros.”  (1)
“Estas eran mis ocupaciones, y el desempeño de las obligaciones de mi empleo, cuando habiendo salido por algunos días al campo en el mes de Mayo, me mandaron llamar mis amigos á Buenos Aires, diciéndome era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad é independencia deseada: volé á presentarme y hacer cuanto estuviese á mis alcances: había llegado la noticia de la entrada de los franceses en Andalucía, y la disolución de la Junta Central; este era el caso que se había ofrecido á cooperar á nuestras miras el comandante Saavedra.” (2)
“Se vencieron al fin todas las dificultades que más presentaba el estado de iris paisanos que otra cosa, y aunque no siguió la cosa por el rumbo que me había propuesto, apareció una Junta de la que yo era vocal, sin saber cómo ni por dónde, en que no tuve poco sentimiento. Era preciso corresponder á la confianza del pueblo, y todo me contraje al desempeño de esta obligación, asegurando, como aseguro, á la faz del universo que todas mis ideas cambiaron, y ni una sola concedía á un objeto particular, por más que me interesase: el bien público estaba á todos instantes á mi vista.” (3)
”No puedo pasar en silencio las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con que se manejó nuestra revolución, en que es preciso, hablando verdad, hacer justicia á D. Cornelio Saavedra. El Congreso celebrado en nuestro estado para discernir nuestra situación, y tomar un partido en aquellas circunstancias, debe servir eternamente de modelo á cuantos se celebren en todo el mundo. Allí presidió el orden; una porción de hombres estaban preparados para la señal de un pañuelo blanco, atacar á los que quisieran violentarnos: otros muchos vinieron a ofrecérseme, acaso de los demás acérrimos contrarios, después por intereses particulares; pero nada fué preciso, porque todo caminó con la mayor circunspección y decoro. ¡Ah y qué buenos augurios! Así se hace increíble nuestro estado actual. Mas si sé recuerda nuestra educación. Veo que todo es una consecuencia precisa de ella y solo me consuela el convencimiento en que estoy de que siendo nuestra revolución obra de Dios, él es quien la ha de llevar hasta su fin, manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos convertir á S. D. M. y de ningún modo a hombre alguno.” (4)

Oscurece y Manuel Belgrano relata las distintas posiciones asumidas frente al ingreso de Francia en España. Esta vez no se trata de la agradable tertulia en lo de los O Gorman, sino de la más trascendental reunión en la Jabonería de Vieytes. Posiblemente la noche ensombrecía las caras de todos,  no pensaban en la constitución de una república, ni mucho menos sabían que sus propias vidas trocarían en funciones para las que no estaban  preparados. 
Me pregunto si Manuel Belgrano estaba encendiendo cigarros o si estaba tranquilo, apenas bebiendo algo fresco. En aquella fábrica de Vieytes no se escuchaban  más voces que las que enunciaban hipótesis y caminos a seguir.  El resto era puro silencio en la calle del Rosario

El mes de mayo
No hay dudas de que concurrió a la quinta -que poseía en las afueras de Buenos Aires Doña Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña-  y que la escuchó urgir a Saavedra para que derrocara al virrey.  ¿Habrá dibujado con su gesto aprobación alguna?
Nuestro prócer aparecía como uno de los más moderados a la hora de enarbolar propuestas que solucionaran el estado de caos que se vivía en España y que trasuntaban en desconcierto en el Río de la Plata.  Fue cuidadoso al no enunciar como respuesta la constitución de una república.  Por esos minutos privilegiaba la paz,  sobre la guerra.  El  tiempo  lo situaría en papeles más difíciles, conduciendo el harapiento ejercito del norte, librando batallas imposibles, abandonado del poder central, solo, pobre y enfermo.  
Para siempre lejos de la celebración que cada 25 de mayo se hacía en las calles con la activa participación de los vecinos, con la algarabía que provocaban los músicos, los bailarines, los niños y las niñas, los negros, los mulatos…para siempre enfermo.
Mayo lo encontró asumiendo la vocalía de la junta, como si los vientos del mes lo hubieran llevado -junto a sus convicciones- al escenario de la patria nueva.
Como las varillas de un abanico donde cada una nace y muere en  comunión con la otra, al planteo de su primo Castelli, sobre la caducidad del gobierno español,  le siguió el fiscal Villota que traía como propuesta la necesidad imperiosa de consultar a los pueblos del Virreinato.  Finalmente la intervención brillante, lúcida, potente e irrebatible de Paso exhortando: la situación urgía decisiones inmediatas. 
Es cierto que lo que llamó “el congreso” debe servir de modelo a cuantos se celebren en todo el mundo, Belgrano formó parte del abanico, su dedicación a las ideas de mayo y su acción en consecuencia abarcan buena parte de su personalidad.

Las mujeres
Recordadas con enormes peinetones, faldas amplias, zapatos con cordones, casas solariegas con pianos y valses, también como lavanderas a la orilla del imponente Río de la Plata, Belgrano parece no formar parte de áquellos que nos confinan a las páginas olvidadas de la historia de las mujeres.
Formula su opinión en el Correo  de  Comercio. Ello ocurre poco después de los agitados días de mayo.  Más precisamente en  julio de 1810  sostiene que es preciso darle educación a ambos sexos y que “ por desgracia tenemos condenado al imperio de las bagatelas y de la ignorancia al sexo que debe estar dedicado a sembrar las primeras semillas y que ese estado de cosas no cambiará mientras haya una única escuela pública de la capital destinada al bello sexo –la de San Miguel, adjunta al Colegio de Huérfanas- (…) .  En el correo recomienda que antes de fundar una universidad en la capital, se organice la enseñanza pública de las niñas.” (5).

La guerra
¡Cómo hacerlo? ¡Cómo cargar con el dificultoso camino de las armas  siendo abogado?
La respuesta estaba en las necesidades del momento, una vez más el mismo lo explica.

“Todos mis paisanos, y muchos habitantes de la España, saben que mi carrera fue la de los estudios, y que concluidos éstos debí a Carlos IV que me nombrase secretario del Consulado de Buenos Aires, en su creación; por consiguiente, mi aplicación, poca o mucha, nunca se dirigió a lo militar; y si en el año 96 el virrey Melo me confirió el despacho de capitán de milicias urbanas de la misma capital, más bien lo recibí como para tener un vestido más que ponerme que para tomar conocimientos en semejante carrera.

“Así es que habiendo sido preciso hacer uso de las armas, y figurar como tal capitán, el año 1806, que invadieron los ingleses, no sólo ignoraba cómo se formaba una compañía de batalla o en columna, pero ni sabía mandar echar armas al hombro, y tuve que ir a retaguardia de una de ellas, dependiente de la voz de un oficial subalterno, o tal vez de un cabo de escuadra de aquella clase.

“Cuando Buenos Aires se libertó, en el mismo año 1806, de los expresados enemigos, y regresé de la Banda Septentrional, adonde fui después que se creó el cuerpo de Patricios, mis paisanos, haciéndome un favor que no merecía, me eligieron sargento mayor, y, a fin de desempeñar aquella confianza, me puse a aprender el manejo de armas y tomar sucesivamente lecciones de milicia.

“He aquí el origen de mi carrera militar, que continué hasta la repulsa del ejército de Whitelocke, en el año 1807, en la que hice el papel de ayudante de campo del cuartel maestre, y me retiré del servicio de mi empleo, sin pensar en que había de llegar el caso de figurar en la milicia; por consiguiente, para nada ocupaba mi imaginación lo que pertenecía a esta carrera, si no era ponerme alguna vez el uniforme, para hermanarme con mis paisanos.

“En este estado, sucedió la revolución de 1810; mis paisanos me eligen para uno de los vocales de la Junta Provisoria, y esta misma me envía al Paraguay, de su representante y general en jefe de una fuerza a que se dio el nombre de ejército, porque había sin duda en ella de toda arma, y no es el caso de hablar ahora de ella ni de sus operaciones de entonces.” (7)

En septiembre de 1819 su enfermedad no le permite permanecer al frente del  Ejército del Perú, pero escuchémoslo una vez más:

“Me es sensible separarme de vuestra compañía, porque estoy persuadido de que la muerte me sería menos dolorosa, auxiliado de vosotros, recibiendo los últimos adioses de la amistad. Pero es preciso vencer a los males, y volver a vencer con vosotros a los enemigos de la patria que por todas partes nos amenazan. Voy, pues, a reconocer el camino que habéis de llevar para que os sean menos penosas vuestras fatigas, en nuevas marchas que tenéis que hacer. Nada me queda que deciros, sino que sigáis conservando el justo renombre que merecéis por vuestras virtudes, cierto de que con ellas daréis glorias a la Nación, y correspondéis al amor que os profesa tiernamente vuestro general”. (8)

La naturaleza y San Isidro
Mientras cumplía funciones como Secretario del Consulado de Buenos Aires, aparece muy interesado por los recursos naturales. Algunas de sus opiniones sobre la naturaleza, se encuentran tan vigentes hoy mismo que bien vale la pena volver a escucharlo:
“Todo se ha dexado a la naturaleza; mas es, aun esta misma se ha tirado ha destruir, si cabe decirlo así por todas partes que se recorra en sus tres reinos, animal, mineral y vegetal, sólo se ven las huellas de la desolación, y lo peor es, que se continua con el mismo, o tal vez mayor furor sin pensar y detenerse a reflexionar sobre las execraciones que merecemos de la posteridad y que ésta llorará la poca atención que nos debe”. (9)

Experimenta con especies de la cordillera -primero en Recoleta- para después traerlas al Pago de la Costa, allí se ubicaba el pueblo de San Isidro.  Así es como se plantan en la ribera del río valerianas, gencianas, andrómedas, arbutos, cascarillas, limoneros, durazneros y manzanillas silvestres.   
La costa poblada de begonias y de jazmines del Paraguay.  El fondo de la legua con su traza irregular, las chacras, los anchos y largos caminos de tierra, los carromatos, unos pocos ranchos, el viento del norte y el viento del sur, el calor agobiante y los inviernos a cielo abierto .
Los chillones ruidos de los chimangos y las lechuzas, las cachillas y las calandrias. La formidable visión de los aromos en flor, como si sus capullos se hubieran guardado todo el invierno para la ocasión. Todos seguramente lo acompañaron en su paso a las barrancas del Paraná. La patria necesitaba una bandera.

La enfermedad
No se si es cierto que llovía cuando el gobernador de Córdoba lo visitó en las Alturas de Cruz Alta, mucho menos si la tienda que lo cobijaba era fría como la intemperie nocturna de los inviernos.  También ignoro si el gobernador de Córdoba lo visitó con la convicción de que se encontraría con un hombre “de mundo, fino y elegante” (10), lo que si es cierto es que el Comandante en Jefe del ejército del Perú no tenía ni comida, ni ropa,  ni esperanzas para infundirle a sus tropas.  Desde Buenos Aires no había respuestas y las que llegaban no contribuían a solucionar los problemas.
La enfermedad le impedía seguir, en el mes de febrero del año 1820 comenzó su viaje de vuelta a Buenos Aires, lo acompañaron su médico y algunos pocos ayudantes.

Quien fuera editor del Correo de Comercio, Vocal de la Junta Provisoria de Gobierno, Comandante de las fuerzas destinadas a la Banda Oriental, General en Jefe de la Expedición Militar a los pueblos de la Banda Oriental, Santa Fé, Entre Ríos y Paraguay, fundador de Curuzú Cuatiá y Mandisoví,  héroe de Campichuelo,  Diplomático en Asunción, Coronel del Regimiento Nro. 1 de Patricios,  creador de la escarapela, creador de la bandera, Jefe del Ejército del Norte, héroe en Las Piedras, héroe en Tucumán, héroe en Salta, Diplomático en Europa, Jefe del Ejército de Observación de mar y tierra, Comandante en Jefe del Ejército del Perú, señor en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, moría casi sin reconocimiento.
En suma  fue un hombre trascendente en los hechos fundacionales de la patria,  uno de los forjadores de la organización del país desde sus cimientos, uno de los que junto a otros contribuyó a cambiar para siempre la fisonomía cultural, social, económica y política de las tierras del Río de la Plata,  muere en Buenos Aires el 20 de junio de 1820, pobre y olvidado.

(1), (2), (3), (4), (7), (8), (9) autobiografía.
(5) Historia Integral de la Argentina. Tomo V, Felix LUNA.
(6)  INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO.
(10) María Esther de Miguel.  Las batallas secretas de Belgrano.

 

Fuentes
Síntesis Forense nro. 130